El Dossier

🎄🎄 ¡Feliz navidad! ¡gasten y compren mucho! 🎄🎄

miércoles, 24 de septiembre de 2025

El querido y esperado reencuentro | Anónimas - capítulo 2

Febrero 2011

(Casa de Alicia y Rosa - 8:04 a.m.)

Ese gran día comenzó con un sol filtrándose por la ventana de mi cuarto. Sabía que algo estaba por pasar cuando las primeras luces del día entraban en mi lugar. Hoy no sería la excepción.

Estaba sentada en el piso, rodeada de papeles viejos, cintas, fotos sueltas y una cámara encima de una pila de libros. Rosa entró ya vestida y con una taza de café en cada mano.

Rosa: ¿Dormiste, hermana?

Alicia: *sin mirar* Un poco. ¿Y tú?

Rosa: Nada

Nos sentamos juntas, ella en mi cama y yo todavía en el suelo. Había un silencio largo, pero cómodo. Rosa me pasó una taza y yo decidí iniciar el tema.

Alicia: ¿Crees que vengan?

Rosa: No sé. Pero si no vienen... nos tenemos a nosotras. Nosotras nos vamos a querer por igual.

Yo solo la miré, y Rosa sonrió como solo lo haría ella cuando estaba de buen humor y a mi lado.

Alicia: ¿Y si no es como antes?

Rosa: *más seria* Entonces seguiremos con nuestros caminos como ahora. Pero si vienen... quiero que sepan que pueden quedarse.

(Departamento de Andrea - 8:17 a.m.)

(Narra Andrea)

Desperté casi de repente con el sonido de una notificación. No la abrí y no sentí ganas de hacerlo. Me quedé mirando el techo, sin siquiera moverme de inmediato.

No he hablado con Alicia ni con Rosa ni con Casandra desde hace tiempo, y sin embargo... el día empezó diferente, como si algo interno o invisible me anunciara que hoy no es cualquier día. Seguí mirando el techo, tratando de saber qué era lo especial de este día.

“¿Qué día es hoy?”

La alarma no sonó. No tenía nada pendiente... O eso era lo que creía desde un inicio hasta que recordé el mensaje que había contestado anoche en el grupo de chat.

“No tengo excusas. Solo opciones.”

Me levanté, me preparé, tomé un café sola. No sabía lo que me esperaría, pero tenía que estar lista para lo que vendría después.

Pasé por un viejo mueble y abrí el cajón donde guardaba esa vieja sudadera oscura que alguna vez usé en las reuniones con las otras. La saqué. La olí. Sonreí un poco cuando lo hice, debo admitirlo.

Andrea: *en voz baja* Sería una locura ir, pero también sería una locura no ir.

Estuve viéndome a mí misma en el reflejo de un espejo. Me recogí el cabello en dos coletas. Estuve probando la sudadera; me la quitaba, me la volvía a poner.

“No voy a prometer nada. Solo aparecer.”

(Habitación de Casandra - 9:03 a.m.)

(Narra Casandra)

Había despertado por el sonido del timbre del horno. Mis padres estaban horneando algo. No lo hacían por necesidad, por costumbre, algo que han estado haciendo por tanto tiempo.

Sobre mi escritorio descansaba una pequeña libreta abierta, mostraba una lista con tres posibles rutas para el día. Ninguna mencionaba un reencuentro, pero recordaba el mensaje de ayer, eso era una señal de lo que me esperaría. Al fondo había un papel doblado que decía:

“En caso de que sí.”

“Alicia lo intentará. Rosa estará ahí.”

Antes de salir miré mi cuarto. Había algo que me hizo regresar y ponerme a revisar entre mis cosas si lo que realmente buscaba era una respuesta.

Busqué y abrí una caja de recuerdos sin tocar nada. En el fondo, había una nota vieja con una sola línea escrita por Andrea, en un papel arrugado:

“No hay mapas que indiquen cuándo volver. Tú creas esos mapas.”

Volví a leerla de nuevo. Esperaba que esa frase fuera la respuesta que buscaba. Luego, metí una libreta en mi mochila. No la usual, otra. La que usaba “cuando estaba con ellas.”

Casandra: *sin mirar a nadie* Vamos a ver qué queda. Y si queda algo, escribiré desde ahí.

(Narra Rosa)

Ambas salieron de sus casas sin anunciarse. Ambas tomaron el camino sin avisar si llegarían. Pero algo las empujó, no un mensaje, ni un recuerdo. Sino la idea de que si alguna vez hubo un “nosotras” verdadero, entonces tenía que empezar por atreverse a volver.

Durante toda la mañana, mi hermana y yo fuimos a un terreno baldío en donde limpiamos un viejo salón semi vacío donde nos reuniríamos, sacamos algunas cosas que teníamos guardadas, mantas, cojines, fotos viejas que no sabíamos si poner o esconder. Discutimos si encendíamos unas velas o no.

Rosa: *bromeando* ¿Y si Andrea piensa que es una trampa emocional?

Alicia: Si aparece, ya ganamos.

Cuando todo ya estaba listo, Alicia preparó la cámara, pero no la encendió.

Alicia: Hoy no la uso... a menos que nos lo pidan.

Rosa: *poniéndose su gorra* Eso ya es un cambio.

Las dos nos sentamos en un viejo sillón afuera del salón, vestidas como si no quisiéramos parecer que nos esforzamos demasiado, pero claramente lo hicimos.

Afuera ya caía la tarde. En el interior, la caja compartida esperaba sobre la mesa. Nosotras sin alguna señal de que llegaran nuestras amigas.

Alicia: *nerviosa* ¿Y si no entran? ¿Y si pasan y no se atreven?

Rosa: Entonces nosotras sí. Nosotras vamos a entrar primero.

Y eso fue lo que hicimos. Fuimos las primeras en llegar al lugar donde todo comenzó ese día. Las primeras en sentarse. Las primeras en abrirse, aunque sea solo entre nosotras. Porque para que un reencuentro ocurra, alguien tiene que atreverse primero.

Rosa: *mirando alrededor* ¿Sabes? Si ellas no llegan... yo igual habría querido estar aquí contigo.

Alicia: *sonriendo* Gracias por quedarte.

Cuando todo parecía terminar, vimos que una silueta se estaba acercando con paso apresurado. Mi hermana y yo notamos casi de inmediato de quién se trataba, era difícil olvidar los pasos de nuestra amiga cuando intentaba alcanzarnos estando ya cansada.

Andrea fue la primera llegar, lo cual es raro en ella. Viene sola, con manos en los bolsillos y los audífonos apagados. Caminaba despacio, como si esperara que algo la detuviera.

Se detuvo frente a la puerta. Miró por la rendija. No entró. Sacó de su mochila una llave vieja (la misma que alguna vez puso en la caja compartida). La sostuvo por unos segundos sin mirarnos para luego guardarla otra vez, como si no estuviera lista para soltarla del todo. Se sentó en las escaleras de la entrada, mirando al cielo. No escribe, no revisa el celular. Solo respira.

Rosa: *suavemente* ¿Eres tú o eres una ilusión?

Andrea sonrió al escucharme aunque no se atrevió a mirarme directamente.

Andrea: Depende del día.

Nos sentamos juntas, sin hablar mucho más. Estuve apretando una bolsita de papel en mis manos que llevaba desde que llegamos. Dentro habían cuatro dulces envueltos, uno para cada una. Me temblaban los dedos, pero sonreí igual.

Casandra llegó caminando recta y puntual, como si se hubiera citado con una versión antigua de sí misma. Llevaba un cuaderno bajo el brazo, y unas gafas nuevas. Se detuvo cuando nos vio sentadas afuera.

Casandra: *mirando el edificio* Pensé que lo iban a demoler algún día.

Andrea: Demoler, no. Abandonar, tal vez.

Casandra: Casi lo mismo.

Se unió a nosotras. No preguntó por Alicia, quien había entrado al salón para traer algo en sus propias palabras. Casandra solo se sentó, como si la hubiera estado esperando desde hace más tiempo del que admite.

Alicia salió y nos vio a las tres sentadas en las escaleras. Por un instante, dudaba si acercarse, pero yo me puse de pie para hablarle.

Rosa: *con voz trémula* Ya estás, ¿no?

Alicia asiente. No habla. Solo abre regresa al salón y vuelve a salir con la caja compartida en sus manos, y encima de ella su cámara.

Alicia: *finalmente* Pensé que sería mejor traerla. Unos objetos tan valiosos como lo son esta caja y mi cámara tenían que saber del reencuentro

Nadie dijo nada. Pero en ese momento, las cuatro nos miramos con los ojos de quienes han sido extrañas y hermanas al mismo tiempo. Y entonces, sin señal previa, abrimos la puerta juntas.

(Narra Alicia)

El interior del salón aún seguía siendo un lugar tan extraño como llamativo. El polvo suspendido en el aire. La luz tenue filtrada por cortinas viejas. Una mesa con un mantel ligeramente descolorido. Todo seguía ahí, pero todo se sentía distinto.

Cerré la puerta detrás de ellas. Por reflejo, toqué el botón de la cámara, pero no lo presioné. La dejé a un lado de la caja compartida que descansaba en la mesa.

“Me prometí no capturar nada hoy. Solo recordar. Pero me cuesta. Porque sin lente de por medio, todo me toca directo.”

Vi la esquina donde solía sentarme a editar, y pensé que todo lo que guardé tal vez no era suficiente.

Rosa caminaba por el salón tocando cosas con las yemas de los dedos. El respaldo de la silla, la orilla de la mesa. Un viejo florero sin flores. Se detuvo al ver un dibujo suyo aún pegado en la pared.

“¿Cómo puede seguir aquí? ¿Cómo puede seguir mi voz resonando en este lugar si ni yo sé dónde está?”

Siente un nudo en la garganta, pero lo disimula con una sonrisa. Como siempre.

Casandra dejó el cuaderno sobre la mesa como si ese fuera su lugar de siempre. Se acomodó los lentes. Observaba todo con atención, sin dejarse abrumar.

“Esto no es nostalgia. Es memoria física. El cuerpo recuerda lo que el corazón evita.”

Miró a las demás sin decir nada. Pero en su mente, empezó a ordenar lo que duele y lo que puede sanar.

Andrea miró una ventana rota que nunca arreglamos. El calendario colgado en la pared todavía marcaba marzo del 2010.

“Todo está como si hubiéramos salido un viernes. Y eso me da miedo. Porque yo no soy la misma que se fue ese viernes.”

Se quedó de pie unos segundos. No quería sentarse aún. No quería dar por hecho que estaba cómoda. Pero tampoco quería irse.

Las cuatro estaban dentro. Juntas. Pero no apuradas. El salón parecía contener la respiración, esperando que algo vuelva a comenzar. Y así fue. Las cuatro se sentaron en las sillas que estaban en la mesa, no alineadas, a su modo. Cada una ocupaba su rincón como si el cuerpo todavía dudara dónde encajar. En el centro, la caja compartida.

Andrea giraba una botella vacía sobre la mesa. Rosa acomodaba servilletas aunque nadie las usó. Casandra hojeaba su cuaderno sin leerlo. Y yo estaba en silencio, observando hasta que decidí quitar ese silencio que me incomodaba.

Alicia: *suave, sin mirar a nadie* Entonces... ¿por qué vinieron?

Rosa: *suspira* Porque me prometí que si algún día llamabas yo no iba a ignorarlo. Porque aunque te odié un poquito al principio también te extrañé mucho. Porque lo nuestro no merece terminar con un “visto.” Después de todo, como hermanas somos tan unidas.

Andrea sonríe, apenas terminó de escuchar a Rosa.

Andrea: Yo vine porque no tengo muchas cosas que duren. Pero esto sí duró. Incluso cuando no lo parecía. *Mira a Alicia* Y también porque pensé que si no venía te ibas a rendir. Y tú no eres de rendirte.

Yo solo bajé la mirada. Rosa le pasó un dulce envuelto sin decir nada. Casandra cerró su cuaderno, colocándolo al centro de la mesa.

Casandra: Vine porque quería saber si seguían siendo ustedes, o si las había imaginado mejor de lo que fueron. *Mira una por una* Y hasta ahora están bastante cerca de lo que recuerdo.

Rosa: *bajito, como si se disculpara* ¿Y tú, Alicia? ¿Por qué las llamaste?

Alicia: *después de un segundo* Porque no podía contar esta historia sola. Y porque ya pasé un año diciendo que tal vez algún día volveríamos a contarla juntas... *Levanta la mirada* Hoy es ese día.

La tensión se disolvió un poco. No del todo. Pero lo suficiente como para calmarme. La cámara seguía intacta al lado de la caja compartida como si esperara el momento de usarla. Andrea la ve. Rosa también. Casandra me pregunta:

Casandra: ¿Y el video?

Yo asentí sin soltar una palabra, y con mucho cuidado, me acerqué a una mesa más pequeña en la que había cables, una vieja pantalla de proyector y la laptop. Tenía la mano sobre el touchpad. La pantalla estaba encendida, la barra de reproducción lista. Pero no le daba clic aún. Afuera la noche ya estaba presente. Dentro, el salón se llenó con la luz azul de la pantalla.

Andrea: «“No sé qué grabó Alicia. No sé si habrá un momento mío mirando al piso, queriendo salir corriendo. No sé si me va a doler ver cómo era antes. Tal vez me vea llorar en el video. O tal vez vea lo que nunca me permití decir. Y si lo veo... tal vez me perdone un poco.”»

Andrea cruzó los brazos, pero sin cerrarse del todo. Su expresión es serena, pero los dedos de sus manos tiemblan apenas, lo suficiente.

Rosa: “¿Cómo me verá la Rosa de ahora a la de entonces? ¿Me veré ridícula? ¿Demasiado intensa? ¿Demasiado yo? Ojalá aparezca esa risa que siempre me gustó. Ojalá ellas también rían.”

Mi hermana tenía los ojos vidriosos. Acariciaba el dulce aún sin abrir que le había dado minutos antes, como si eso le recordara que sigue siendo parte de algo.

Casandra: «“Tal vez este video diga cosas que nunca dijimos. Tal vez veamos en los gestos lo que nos faltó en palabras. No me asusta la imagen. Me asusta lo que voy a descubrir que ya sabía y no quise ver.”»

Ella miraba la pantalla fijamente, como si quisiera aprenderse cada píxel antes de que empiece. Pero respira hondo. Estaba lista. O al menos, se obligó a estarlo.

“Grabé este video pensando que lo estaba haciendo por ellas. Por el grupo. Por algo que merecía ser archivado. Pero ahora ya no sé si lo hice por miedo a olvidar o por miedo a sentir. Hoy no soy directora. Solo soy parte.”

Sentí los ojos de las tres sobre mí. Levanté la mirada para recibir una respuesta. Andrea asiente. Rosa sonríe. Casandra parpadea lento, como diciendo hazlo. Y entonces, sin pensarlo más presioné play.

Pantalla se encendió. Se oía el sonido de una cinta rebobinándose. Un parpadeo. Luego, imagen.

[VIDEO CASERO – FECHA: 2011]

La cámara tiembla al inicio. Se escucha a Alicia reír fuera de cuadro.

Alicia: *en el pasado* ¡Ya, ya! ¿Está grabando? ¿Sí? Espera, ¿esa luz roja significa qué...?

La imagen enfoca a Rosa, que está de espaldas, acomodándose un moño frente al espejo.

Rosa: *sin darse cuenta que ya filman* ...igual no me lo van a notar si no les gusta cómo hablo. *ríe sola* Pero si me lo quito... ¿ya no soy yo?

La toma cambia. Ahora es un plano torpe de Andrea, echada sobre una mesa, con un brazo cubriéndose la cara.

Alicia: *fuera de cuadro* ¿Qué estás haciendo?

Andrea: *voz baja* Memorizando el techo. Por si algún día no vuelvo.

Se escucha un suspiro de fondo. Tal vez de Casandra. Luego, la imagen se mueve. Con la cámara en mano, Alicia apunta hacia Casandra, que está escribiendo algo en su cuaderno.

Alicia: *en tono juguetón* ¿Y tú, Casandra, qué anotas?

Casandra: *sin levantar la vista* Algo que quiero olvidar antes de que se me quede para siempre.

Alicia: *más suave* ¿No es eso contradictorio?

Casandra: Exactamente.

Aparece la pantalla en negro por un segundo. Luego, una toma desenfocada de las cuatro sentadas en el suelo, comiendo algo, riendo sin control. Sin palabras. Solo sus voces entrelazadas. Sin guion.

Cuando termina ese primer fragmento, pausé el video en busca de una respuesta de ellas, ninguna de ellas habló aún. Pero el silencio ya era otro, no uno que incomodaba, sino uno que abrigaba por la nostalgia.

“Pensé que el video iba a sentirse más lejano. Que sería como mirar a otras personas... Pero ahí están ellas. Nosotras. Sin luces, sin poses. Y me doy cuenta de algo: cuando estábamos juntas, la cámara no necesitaba que yo dirigiera. Ya tenía todo.”

Parpadee lentamente. Sentí un nudo entre la garganta y el pecho. No quería llorar. No aún. Pero me permití sentir.

(Narra Andrea)

No lo dije por decirlo. De verdad memoricé ese techo. Y al verlo ahora me doy cuenta de que aún recuerdo cada grieta. Cada sombra. Cada sonido de ellas riendo detrás.

“¿Y si nunca me fui del todo? ¿Y si esta soy yo regresando a donde aún soy parte?”

No me moví. Solo crucé las piernas distinto. No miré a las otras aunque quería, pero estuve escuchándolas incluso sin palabras.

(Narra Rosa)

«“Ese moño ya no lo tengo. Lo perdí. Un día se cayó y no lo volví a encontrar. Pero ahí está, en el video. Y no es el moño lo que me duele. Es verme como me veía con ellas. Como si el miedo fuera más ligero cuando estábamos juntas.”»

Solo me limité a tragar saliva. Miré mis manos. Las apreté para luego soltarlas. Ellas no lo sabían pero tuve la sensación de que si alguien me tocaba, iba a llorar. Pero no quiero detener el video.

(Narra Casandra)

“¿Algo que quiero olvidar antes de que se me quede para siempre?”

No sabía lo que eso significaba cuando lo dije. Hoy lo entiendo. No quería olvidar lo que fuimos. Solo no sabía cómo sostenerlo.

No estaba mirando a la pantalla. Miraba a Alicia. Como si entendiera, finalmente, qué intentaba capturar ella. Y por qué falló y acertó al mismo tiempo. Estábamos ahí, juntas, pero sin necesidad de llenarlo todo con palabras como solíamos hacerlo.

La proyección sigue en pausa. La noche avanza. Y por primera vez en mucho tiempo, no estamos huyendo del recuerdo. Estábamos viendo cuando algunas vez fuimos un grupo de amigas soñando juntas, sin saber que un día miraríamos esto con lágrimas contenidas. Entonces Alicia decidió continuar con el video.

La pantalla vuelve a la vida con un corte abrupto: una risa muy fuerte, probablemente de Rosa, interrumpida por alguien tirando algo.

[VIDEO – FECHA DESCONOCIDA, probablemente 2010]

—¡Nooo, Casandra! ¡Eso no era para romperse!

—Andrea, ¡graba bien! ¡No le cortes la cabeza a Rosa!

—¡Alicia, estoy en pijama! ¡Borra esto!

Las voces se sobreponen. La cámara gira, pierde foco, y por unos segundos muestra el techo, las luces, una risa filtrada como eco. Luego vuelve:

Toma 1: Rosa y Casandra discuten si el moño que lleva puesta es “infantil” o “icónico.”

Toma 2: Andrea muestra un mapa de papel dibujado a mano, con rutas para grabar un “documental urbano” que jamás hicieron.

Toma 3: Alicia hace una entrevista a Rosa sin que ella se dé cuenta, pero se ríe y la delata.

Toma 4: Las cuatro están en un parque, enredadas en una sábana porque querían imitar una escena dramática de una película francesa sin subtítulos.

[Audio superpuesto – Alicia en voz en off, grabada en otro momento]

—A veces siento que nunca supimos bien qué estábamos haciendo.

Pero todo parecía urgente. Como si lo que viviéramos no se fuera a repetir. Como si tuviéramos que documentar el mundo, aunque solo fuera el nuestro.

Una última toma se queda un poco más tiempo en pantalla: Las cuatro, sentadas en el suelo, sin actuar. Comiendo papas. Andrea con la cabeza en el regazo de Rosa. Casandra leyendo algo en voz alta. Alicia, fuera de cuadro, dice bajito:

¿Creen que algún día dejemos de vernos?

Andrea: *sin dudar* Sí. Pero igual nos vamos a acordar.

La imagen se queda estática ahí por unos segundos. Luego, vuelve la pantalla negra. La laptop se queda en silencio. El salón también. Ya no hay ni un zumbido. Solo el eco del pasado sobre el presente.

Alicia: *rompe el silencio, suave* Yo grabé eso pensando que lo importante era la historia. Que si lo registraba, no se iba a ir. Pero lo que no entendí es que... ustedes eran la historia. *Se gira un poco, sin hacer contacto visual aún.* Perdón si quise capturar todo sin preguntar. Perdón si no supe parar.

Andrea: *cruza los brazos, pero sonríe apenas* Te odié un poco, sí. Por mostrarme sin que yo supiera. Pero ahora veo eso y pienso... ¿cuántas partes de mí se habrían borrado si no estuvieran ahí? *Levanta la mirada* A veces no quiero recordar quién era, pero hoy me caí bien.

Rosa: *ríe con los ojos húmedos* ¿“Infantil o icónico”? Dios, hablábamos como si todo fuera el fin del mundo. “¡Alicia, estoy en pijama!” ¿Sabes qué? Me encanta estar en pijama. Me encantaba que me grabaras aunque me quejara por la mínima cosa. Porque tú eras la única que me veía aunque no dijera nada. *Mira a las demás* Extrañaba esta versión de mí. La que salía con ustedes.

Casandra: *toca el cuaderno en la mesa* Recuerdo cada uno de esos días. No porque los tuviera anotados. Sino porque estaban guardados en una parte de mí que creí que ya no existía. *Pausa. Luego, con un tono más claro* Y sí, el mapa de Andrea era absurdo, pero lo tengo en casa. Lo guardé. Por si algún día hacíamos ese documental.

(Narra Alicia)

Andrea levantó las cejas, sorprendida. Rosa se ríe. Yo me tapé la boca con una mano para no llorar. Durante un momento, todas reímos suavemente, como si acabáramos de despertar de un sueño largo.

Luego, la risa cedió. La cámara seguía descansando al lado de la caja en la otra mesa, pero no grababa. En medio del silencio tibio, Andrea levantó la vista y me preguntó:

¿Y la caja?

No iba a dejar que el silencio volviera. Solo asentí y con delicadeza, agarré la caja y la acerqué al centro de la mesa donde estaba la laptop. Aún era esa caja que todas habíamos usado aquella noche. Seguía siendo pequeña, de cartón blanco por fuera, con marcas de uso y manchas que se mantuvieron ahí. Tiene un lazo viejo, deshecho. No hay candado. Solo una tapa que ninguna se atrevió a abrir sola.

Alicia: *bajito* La tuve todo este tiempo. Pensé en abrirla muchas veces. Pero siempre me decía: “Si no están ellas, no tiene sentido.” Me acuerdo del día que la nombramos. Casandra la llamó la caja de lo que no decimos.

Casandra asiente sin levantar la vista.

Rosa: *sonríe, nostálgica* Yo escribía papelitos y luego los rompía antes de meterlos. Decía: “¿Y si lo leen? ¿Y si no lo leen?” Luego terminé metiendo un dibujo. Solo un moño. El que perdí. *Se ríe sola* Ahora que lo pienso... fue lo más valiente que hice en esa época.

Casandra: *con voz firme pero suave* Una vez metí una nota que decía: “Cuando ya no sepamos cómo hablar, abramos esto.” Y aquí estamos. No sé si lo hice como consuelo o como trampa. Pero funcionó.

Andrea: *mira la caja, luego a sus amigas* Yo metí una llave. No dije de qué. Ni por qué. Pero la idea era que si alguien la encontraba viniera a buscarme. Nadie vino. Pero la llave siguió ahí. Y yo también.

Las cuatro rodeamos la caja. La miramos como si en su interior estuviera una versión intacta de nosotras mismas. pasé los dedos sobre la tapa sin soltar una palabra hasta que lo hice.

Alicia: ¿La abrimos?

Rosa asiente sin decir nada. Casandra inclina apenas la cabeza. Andrea cruza los brazos, pero dice:

Ya me vi llorar en video. No puede ser peor que eso.

Entonces yo sonreí. Y con un suspiro apenas audible abrí la caja. Dentro, los objetos estaban envueltos en papeles gastados, arrugados pero intactos. No son tesoros materiales. Son pedacitos de historia, fragmentos de quienes fuimos antes de separarnos. Lo importante no es solo lo que hay, sino cómo lo miramos ahora.

Yo fui la primera en levantar algo de la caja. De los muchos objetos que habíamos metido elegí sacar una llave oxidada. La reconocí sin preguntar. Andrea la miró, con una mezcla de ternura y vergüenza.

Andrea: *sonriendo torcido* Es de un candado que nunca usé. Me gustaba la idea de que alguien lo encontrara y me preguntara: ¿Qué abre esto? *Pausa* Ahora sé que abría esto. Este momento.

Casandra la acomodó sobre la mesa, en silencio, como si fuera sagrada. Rosa se inclina y toma con cuidado un moño rojo doblado. Tenía un pequeño alfiler oxidado. El rojo había perdido brillo, pero sigue intacto.

Rosa: *voz baja* Ese día no sabía si ponerlo o esconderlo. Lo metí en la caja pensando que si algún día no me reconocía, esto me recordaría quién fui con ustedes.

Acomodé ese moño en el borde de la caja. Andrea le hizo un gesto, como diciendo “sí, te reconocemos.” Casandra tomó una hoja de libreta arrancada antes de que alguien más lo lea. Estaba escrito con su caligrafía precisa, pero temblorosa. Decía:

“Lo guardo no porque lo entienda. Sino porque aún no sé cómo soltarlo.”

Casandra: *sin mirar a nadie* Ni recuerdo a qué me refería. Pero tal vez ahora sí lo entienda.

La dobla otra vez, sin esconderla. La deja sobre la tapa de la caja. Andrea saca una tarjeta de memoria pequeña y la levanta. Nadie dice nada.

Alicia: *respira profundo* No tiene video. No tenía nada. Solo la metí ahí para que no se me olvidara que no todo tenía que grabarse. *Rosa la toma con delicadeza* Parece vacía. Lo está. Y por eso vale.

Cuando los cuatro objetos están sobre la mesa, el silencio vuelve, pero no como antes. Esta vez, es un silencio lleno. Cargado. Repleto de memoria.

Andrea: *mirando la llave* No pensaba que todo esto fuera a sobrevivir. Pero sobrevivió.

Casandra: Nosotras también.

Afuera la noche seguía estando presente en todo momento. Dentro, nadie se movía. Como si al abrir la caja, algo dentro de nosotras también se hubiera abierto. Sin drama. Sin gritos. Solo verdad. La caja estaba abierta, sí. Los objetos, ya reconocidos. Y las cuatro nos quedamos ahí, en la mesa, sin prisa, por primera vez sin necesidad de revivir todo para entenderlo.

Rosa: *mirando la tarjeta de memoria vacía* ¿Y ahora qué se supone que hacemos?

Andrea: *cruzando los brazos, sin dureza* Podríamos fingir que nada pasó y vernos cada diciembre... O podríamos dejar de fingir.

Casandra: No vamos a ser las mismas. Y eso no es malo. Lo que duele no es cambiar. Lo que duele es no saber si vamos a tener espacio en la vida nueva de las otras.

Alicia: *mirando a Rosa primero, como hermana* Yo estuve tan obsesionada con guardar cada parte de nosotras, que olvidé vivirlas bien. Pero quiero que ahora nos vivamos como somos ahora. No como fuimos. *Se gira a Andrea y Casandra* No quiero que esto sea un reencuentro nada más. Quiero que sea el inicio de una segunda etapa.

Rosa: *mirando a Alicia, con una ternura que solo tienen las hermanas* Entonces no lo llamemos reencuentro. Reencuentro suena a algo que termina. *Se dirige a las otras* Esto puede ser algo nuevo. Tal vez no grabemos tanto. Tal vez no lo pongamos en cajas. Pero si nos volvemos a ver con el corazón abierto, ya es bastante.

Otra vez el silencio volvió. No uno incómodo. Era uno de esos que solo existe entre quienes realmente se conocen.

Andrea: *mirando la puerta* ¿Y si no sabemos por dónde empezar?

Casandra: Empezamos por hoy.

Escuchar esas palabras hicieron que abriera aun más mi corazón que estaba feliz de verlas. Extendí mi mano hacia el centro de la mesa. Rosa la tomó sin dudar. Andrea, después de una pausa, también. Casandra suspira y completa el círculo.

Alicia: *bajito* No grabé esto. Pero sí lo voy a recordar.

Esta breve escena que formamos cerró con nosotras juntas, bajo el mismo techo del que alguna vez salimos por separado. El salón ya no es un altar de lo que fuimos. Es ahora el punto cero de lo que seremos.

Afuera ya invadía la noche. Dentro, el salón guarda una luz más cálida que antes. La caja quedó abierta, pero ahora ya no importa su contenido, sino lo que provocó. Nosotras no nos abrazamos dramáticamente ni hicimos grandes promesas. Pero estábamos ahí. Juntas. Despiertas. Decididas.

Y así, con la amistad de las cuatro reparada, con el peso de los silencios nombrado, con las versiones antiguas despedidas con ternura, comenzó una nueva etapa para nosotras volviendo a ser, poco a poco, las amigas que fuimos alguna vez. Y tal vez, incluso más que eso.

Ya era tarde. El salón estaba en penumbra, iluminado solo por la luz tenue de un foco parpadeante que Andrea encendió y el resplandor lejano de la ciudad. Las cuatro seguíamos ahí, sin prisa por irnos. Regresé a la mesa de la laptop y saqué una cámara fotográfica de la mochila de Casandra.

Alicia: *mirándola, sin encenderla* No grabé nada de esto... Pero si lo hacemos ahora será porque todas queremos aparecer.

Las demás me miran. Rosa asiente primero. Andrea levanta las cejas, como diciendo por qué no. Casandra se acomodó el cabello y los lentes, pero no dice nada.

Rosa: *mirando a su hermana* Hazlo. Pero esta vez, nosotras decimos cuándo parar.

Yo volví a sonreír. No una sonrisa grande, sino de esas que duelen tantito por dentro. Coloqué la cámara sobre una pila de libros. Activé el temporizador. Corrí a sentarme entre ellas justo a tiempo.

La cámara captura: Las cuatro juntas. Cansadas. Diferentes. Pero completas. Andrea recuesta la cabeza en el hombro de Rosa. Casandra entrelaza los dedos frente a ella. Y yo solo reí, pero no miraba directo al lente. La foto se toma sola. *Click* No es perfecta. No está centrada. Pero esa imagen, es el principio.

A pesar de ser noche, el aire estaba tibio, suave, como si el mundo supiera que algo bueno acababa de ocurrir. Las puertas del salón se abrieron y, una a una, salimos felices.

Primero Rosa, con el moño de su atuendo desatado y una sonrisa aún viva en la boca. Luego Casandra, que cargaba en brazos la pequeña cámara con la que habíamos tomado la foto. Andrea caminaba con las manos en los bolsillos, pero por primera vez sin mirar al suelo. Y yo al final cerraba el grupo, aún abrazando un cuaderno que nadie más había notado: un viejo diario de cuando todo comenzó.

La calle estaba vacía, como si nos esperara. Ninguna dijo mucho, pero caminábamos cerca, con pasos sincronizados y sin hacer esfuerzo alguno.

Rosa: *en voz baja* Me gustaría que esto no se terminara nunca

Andrea le sonrió sin palabras, y sin pensarlo, yo le tomé de la mano. Casandra se unió al gesto, como si todas volviéramos a dibujar la silueta invisible de aquel lazo que habíamos perdido, y que ahora estaba entero otra vez.

Caminamos un rato más, sin rumbo definido, cruzando calles, esquinas y árboles que reconocían del pasado. Volvimos a casa, pero también volvimos a nosotras mismas. Como si cada paso reconstruyera algo que se había quedado esperando durante ese año.

Cuando nos acercamos a la esquina donde solíamos despedirnos en la secundaria, todas nos detuvimos por un momento.

Alicia: *con una sonrisa nostálgica* ¿Mismo lugar, misma hora?

Casandra: Pero esta vez sin dejar que el tiempo se nos escape.

Andrea: Ni que la distancia nos gane

Rosa: Y con un video que ahora sí vamos a terminar *guiña un ojo*

Nos abrazamos. No fue como en las películas. Fue torpe, algo desalineado, con nuestros atuendos chocando y risas bajitas... pero fue real. Fue suficiente. Luego, una por una, se despidieron. Andrea tomó una calle tranquila, Casandra se desvió por el camino del parque, Rosa y yo volvimos sobre nuestros pasos, ella con una sonrisa suave y yo con los ojos algo húmedos.

Mientras ellas se alejaban, volví a mirar mi cámara de video. La sostuve con fuerza contra el pecho, como si dentro ya no estuviera solo su historia, sino la de todas. Y en esa noche sencilla, sin más testigos que mi hermana y la brisa, supe que algo había vuelto a empezar.

(En casa de Alicia y Rosa)

El reloj marca las 2:14 a.m.

Estaba sentada en la orilla de mi cama, con la cámara apagada sobre mis rodillas. En la pantalla reflejada del cuarto, me veo a mí misma. No grabando. Solo estando. Abro mi diario de antes, ese que no tocaba desde hacía más de un año. Busco la última entrada. La fecha estaba incompleta. No quise terminarla.

“Hoy volvieron.”

Tomé una pluma. Dibujé el contorno de las caras de las chicas. No perfectas. Solo lo suficiente como para recordarlas sin video, aunque parecían más garabatos que otra cosa.

“No necesito pruebas. Esta vez solo quiero memoria viva.”

Cerré el diario. Apoyo la cámara al lado, no encima. Y me acuesto sin presionar nada.

Alicia: *susurrando* Gracias por venir.

(Narra Rosa)

Estaba sentada frente al espejo. En mi mano, un moño rojo. No el que guardé en la caja. Uno nuevo. Lo miraba como si lo viera por primera vez.

“Hoy me sentí como antes pero con menos miedo.”

Me recogí el cabello y me lo amarré, suave, sin ajustarlo mucho. No era para mostrar, ni para gustar, es para mí.

“Nunca supe si era parte del grupo o solo la que estaba cerca. Hoy entendí que sí fui parte.”

Miré mi reflejo. Y por primera vez en mucho tiempo, me reconocí completa: no como la hermana de Alicia, no como la que siempre sonreía, sino como Rosa.

Rosa: *con firmeza tranquila* Y esta vez no me pienso ir sin que lo sepan.

Apagué la luz. El moño se quedó puesto. Como un recordatorio de que ya no tengo que esconderlo.

(En el departamento de Andrea, ella narra)

El reloj marca las 3:08 a.m.

La ciudad duerme. Yo no. No hay música esta vez. Solo el sonido del refrigerador, muy lejano. Estaba sentada en el suelo, espalda contra la pared, frente a una caja de zapatos abierta. Dentro hay objetos dispersos: Una hoja doblada (un guion viejo escrito por Alicia). Un sticker con forma de moño (idéntico a los de Rosa). Un marcador seco que una vez usó Casandra para tachar una palabra que Andrea no se atrevía a borrar.

“Las quise tanto que me asusté.”

Tomé el papel, lo despliego. Es un fragmento del primer video que hicimos juntas. Recuerdo cómo se reían, cómo fingían no tener miedo. Y ella... ella siempre creyó que yo sería la primera en irse.

“Pero no me fui del todo, ¿verdad?”

Agarré mi celular. Abrí la foto del reencuentro. Vi esas caras tan reconocibles: Alicia con los ojos brillantes, Rosa doblada de la risa, Casandra seria pero con los labios apenas curvados y los dedos entrelazados. Y yo, con la cabeza en el hombro de Rosa. Nunca pensé que volvería a ser parte.

Andrea: *en voz baja, para sí* Si me quedo esta vez no va a ser a medias.

Apagué el celular. No dormía todavía. Pero mi cabeza ya no está atrapada en el pasado. Ahora piensa en lo que podría construir con ellas. Sin tener que huir.

(Casa de Casandra)

02:56 a.m.

Yo también estaba sentada en la cama, con la luz encendida. Tenía dos libretas frente a mí: la que usó siempre y una nueva, aún sin escribir. Abrí la nueva. No escribí nada aún. Solo pasé los dedos por la primera hoja, como si pensara en voz baja.

“No necesito controlar todo. No necesito saber si esto va a durar. Solo sé que no estoy sola.”

Pienso en Andrea. En Alicia. En Rosa. En cómo todas, sin planearlo, se sentaron juntas otra vez. Escribí solo una línea:

“Volver no fue un error. Fue un acto de fe.”

Cerré la libreta, pero no la guardé. La dejé sobre el buró. Lista para ser llenada. Y entonces, por fin, me permití dormir.

(Narra Alicia)

Y así, las cuatro, en distintas casas, con pensamientos distintos, respiramos un mismo aire tranquilo. No hay promesas. No hay garantías. Solo la sensación de que lo que comenzó ayer tiene un mañana.

(Pantalla en negro. Suena el clic de una cámara encendiéndose. Un leve zumbido. Una luz parpadea.)

(La voz en off de Alicia, más tranquila que antes)

Fue entonces cuando entendí que todo esto no era solo una etapa, ni un juego de adolescentes con una cámara vieja. Era algo que habíamos empezado sin saberlo. Una historia que merecía ser contada.

Me llamo Alicia. Todos me llaman Retroblogs o Retro, ustedes pueden llamarme como quieran. Y esta es la historia de cómo fuimos las mejores amigas de una forma más discreta. No porque nadie nos viera. Sino porque hubo partes de nosotras que solo nosotras conocimos.

Esta es la historia de cómo fuimos...

Anónimas

No hay comentarios.:

Publicar un comentario




El Post del Momento

King Kong (2005) | Clásicos - Número 5

El concepto de una isla misteriosa donde habitan seres que nadie sabía que existían es algo que lleva existiendo desde hace mucho, Es un for...

Lo Más Visto